Cuaresma 2023

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para preparar a los demás a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirse de los pecados y de cambiar para ser mejor y poder vivir más cerca de Cristo. La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, se hace un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que deben vivir como hijos de Dios. En el portal de Religión de COPE, ‘Aleluya’, explicamos las diez señales que nos indican que estamos en período de Cuaresma.

El ayuno

El ayuno establece una reducción de la cantidad de comida usual del católico. La edad en la que comienza a vivirse, de acuerdo con la Conferencia Episcopal conforme a Derecho Canónico, son los 18 años y hasta los 59 años. Es de carácter obligatorio el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

La abstinencia

La abstinencia repercute en los católicos a partir de los 14 años. Consiste en la renuncia a consumir carne los viernes de Cuaresma. Así, se quiere hacer honor a la Pasión de Jesús, que se celebra el Viernes Santo. Los pescados, vegetales, mariscos y derivados de productos animales sí que se permiten como alternativas en la dietaestos días concretos. Se exige de forma obligatoria en todos los viernes de Cuaresma.

Vestimenta de los sacerdotes

En los días de Cuaresma, una de las pistas que encontrarás para recordarte que estás en este tiempo, es por ejemplo el color con el que viste el sacerdote o está decorada la iglesia. El morado es el color predominante durante esta época, igual que en Adviento, y hace referencia al luto y a la penitencia.

Las misas

El Miércoles de Ceniza da comienzo al tiempo de Cuaresma. Esta época del año son concretamente los 40 días previos a la celebración de la Pascua. También es un tiempo litúrgico propio, es decir, distinto al tiempo ordinario que se vive en la Iglesia y con unas características particulares. En la Santa Misa se suprimen los cantos de alabanza del «Aleluya» y del «Gloria», a la espera de la celebración de la Pascua de Resurrección.

La limosna

La limosna es fruto de la misericordia. En Cuaresma se debe dejar de pensar en uno mismo, para saber amar y dar a los demás. Por esto, el camino hacia Cristo implica un caminar hacia el más necesitado. Un cristiano tiende su mano para ayudar y la ofrece para servir y compartir. Dios quiere que la limosna sea fruto del amor, un verdadero compartir, no sólo dar lo que te sobra. Para ello, hay que ser humilde y ver a Jesús en el pobre.

La Cruz

La Cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos. No es solo dolor, también salvación y victoria: es el signo del amor más grande. El signo de la cruz nos compromete a vivir un amor entregado hasta el fin, como el de Cristo. Dios quiere que todo cristiano sepa llevar la cruz cada día, y con ello, aceptar los dolores y fracasos que se pongan en el camino. Y, además, se debe unir siempre la cruz de uno mismo a la de Cristo.

La Ceniza

Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús. La Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual. Pero es, sobre todo, una llamada a poner el fundamento de nuestra existencia, no en nosotros mismos, sino en Cristo.

La oración

El camino de la oración es vida del alma y una necesidad permanente. Sin ella es imposible convertirse a Dios, permanecer en unión con Él, en esa comunión que nos hace madurar espiritualmente. En el tiempo cuaresmal se intensifica la escucha de la Palabra y la relación dialogal con Dios. El Señor Jesús nos ha enseñado a orar ante todo orando Él mismo: “y pasó la noche orando”; otro día, como escribe San Mateo, “subió a un monte apartado para orar y, llegada la noche, estaba allí sólo”. Sólo una vez, cuando le preguntaron los apóstoles: “Señor, enséñanos a orar”, les dio el contenido más sencillo y más profundo de su oración: el Padrenuestro. Por eso, Dios quiere que la oración sea íntima y auténtica.