El sábado 6 de enero, solemnidad de la Epifanía del Señor, la Iglesia celebra el Día del Catequista Nativo y del Instituto Español de Misiones Extrajeras (IEME). Este año nos invita a reflexionar bajo el lema «El catequista, rostro alegre del evangelio». Con esta Jornada se recuerda la gran labor de los catequistas, maestros de la fe.
El IEME un tríptico en el que ofrece materiales litúrgicos para la celebración de la eucaristía de este Día; presenta los datos económicos de la colecta pasada; explican qué significa el lema y el cartel preparado para esta Jornada; así como su dedicación a la actividad misionera de la Iglesia, desde su pertenencia al clero secular diocesano de España. Además de todo ello, incluye una entrevista a un catequista nativo de la República Centroafricana, Nguendumma Roger. Él, junto a 25 catequistas más, con sus mujeres e hijos, están participando, durante cuatro meses, de una formación intensiva. Ellos son los verdaderos protagonistas de este Día.
El IEME: todo cristiano es misionero
El 6 de enero también se recuerda a los sacerdotes diocesanos misioneros que integran el IEME. Esta jornada una oportunidad para recordar quiénes son y cuál es su misión en la Iglesia. Es un cauce, una forma concreta que se ofrece a la diócesis españolas, concretamente a los sacerdotes, para realizar la dimensión misionera de la Iglesia.
El IEME responde a esta llamada y explica que «somos sacerdotes diocesanos asociados para la misión». Por ello, celebran esta Jornada junto con el Día de las vocaciones nativas.
En América, Asia y sobre todo en África la labor de los catequistas nativos es inestimable, por la cercanía al pueblo de Dios en su vida cotidiana, por su integración y servicio en las comunidades, muchas veces dispersas, así como por su manera de cultivar la semilla de la fe. En gran medida, el catequista es el iniciador de la comunidad cristiana, es el que presenta los nuevos candidatos al bautismo, es el formador en la comunidad.
La mitad de la colecta de ese día, correspondiente a los catequistas en los territorios de misión, se entrega a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que lo destina a su sostenimiento y formación. La otra mitad va destinada al IEME, pionero en la toma de conciencia de que todo cristianos es misionero, sea religiosa o religioso, sacerdote o laico.