Mensaje para la Jornada Mundial del Turismo 2022
El Día Mundial del Turismo 2022 está dedicado a: “Repensar el turismo”. La crisis sanitaria, que comenzó a finales de 2019 y aún no ha terminado, nos ha obligado a todos a hacer frente a problemas que vienen de lejos y ha planteado otros nuevos e inesperados. Sin lugar a dudas, nos ha tomado por sorpresa. El turismo ha sido una de las actividades humanas más gravemente afectadas por esta crisis, sin embargo, paradójicamente, puede convertirse ahora en uno de los motores de la reconstrucción de un mundo más justo, sostenible e integral. La Iglesia, por tanto, tiene la mirada puesta también en el renacimiento y la renovación del turismo, una mirada llena de esperanza.
Un turismo más justo
La reanudación del turismo puede tener una referencia en los principios que han inspirado el Código Ético Mundial para el Turismo, que concibe esta actividad, entre otras cosas, como “una fuerza viva al servicio de la paz y un factor de amistad y comprensión entre los pueblos”, “un factor de desarrollo sostenible”, “un factor de aprovechamiento y enriquecimiento del patrimonio cultural de la humanidad”, “una actividad beneficiosa para los países y las comunidades de destino”. Se trata de elementos fundamentales para la edificación de la fraternidad y la amistad social, pero sobre todo para el servicio a un desarrollo humano integral.
Esto significa, y por ello es necesario que se produzca un cambio de rumbo, gracias al cual se demuestre que somos capaces de salir mejor de una crisis que ha puesto de manifiesto tantas desigualdades e injusticias, que la actividad turística, como verdadera industria económica, debe realizarse según principios de equidad y de transformación social. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se respetan los derechos laborales de quienes trabajan en el sector, a todos los niveles y en todos los países, y cuando el turismo mismo, como actividad de ocio y de recreo, se desarrolla respetando plenamente los derechos fundamentales y la dignidad de las personas[1]. Justicia, significa también repartir los beneficios de forma equitativa, superando una lógica depredadora, sobre todo en lo que respecta a las poblaciones y zonas geográficas especialmente afectadas por las múltiples crisis que afligen al mundo contemporáneo[2].
A este respecto, queremos expresar nuestra cercanía a todos los operadores del sector turístico que ya actúan movidos por una conciencia recta y han construido, no sólo su profesión sino su propia vida en torno a la acogida. No faltan los empresarios atentos a los más vulnerables y a los trabajadores expuestos a la explotación, en particular el personal temporal que realiza tareas humildes al servicio de los turistas. Sin embargo, una vez más hay que denunciar que “muchos operan en condiciones de precariedad y, a veces, de ilegalidad, con salarios injustos, obligados a un duro trabajo, a menudo lejos de la familia, con alto riesgo de estrés y sometidos a las reglas de una competitividad agresiva”[3]. A los cristianos, se les pide que formen alianzas con todas las mujeres y hombres de buena voluntad, porque esto debe cambiar.
Un turismo más sostenible
Volver a empezar significa también no olvidar que el impacto que el turismo tiene sobre el medio ambiente es muy importante. El paradigma imperante de la maximización de los consumos puede llegar a desfigurarlo de manera rápida y feroz[4]. Debido a la pandemia y a la actual crisis energética, se ha hecho más evidente la conveniencia de apostar, ante todo, por el turismo de proximidad: saber mirar a nuestro alrededor, reconocer y apreciar los tesoros del patrimonio, la gastronomía, el folclore e incluso la espiritualidad que las regiones vecinas tienen para compartir. Hoy día, las políticas locales pueden replantearse profundamente, en términos de hospitalidad y calidad de vida para los habitantes históricos, los recién llegados y los vecinos más inmediatos.
Además, a escala mundial, los flujos de mercancías, los desplazamientos de personas con fines turísticos y los ritmos de consumo deben, sin duda, recalibrarse, en la dirección de una relación correcta entre el ser humano y la creación. La sostenibilidad del turismo, de hecho, se mide no sólo en términos de contaminación, sino también en el impacto sobre la biodiversidad de los ecosistemas naturales y sociales: se necesita una sensibilidad que amplíe la protección de los ecosistemas de una forma concreta, para garantizar un paso armonioso de los turistas por entornos que no les pertenecen, como tampoco pertenecen a una única generación. Por otra parte, el cambio climático, en una perspectiva a medio plazo, puede afectar negativamente al atractivo de numerosos destinos tradicionales, con el riesgo de penalizar aún más, también desde este punto de vista, a regiones ya de por sí económicamente frágiles. Así pues, la protección de la biodiversidad y el estupor ante las maravillas de la creación deben coexistir en el turismo “repensado”.
Un turismo integral
El turismo ofrece enormes posibilidades para que el espíritu humano y el Espíritu de Dios interactúen, activando un encuentro entre las diversidades[5]. Existen ciertamente resistencias y elementos de signo opuesto. Podemos observar cómo, por ejemplo, culturalmente se están reduciendo los espacios para incluir diferentes formas de pensar y de vivir. El sistema de producción, incluso en el sector turístico industrial, avanza rápidamente hacia la estandarización de los contenidos, sobre todo a través de la contingentación de los tiempos de visita, de viaje, de estancia, dando lugar así a una experiencia más individualista y menos colectiva. Un turismo que se vuelve a poner en marcha, necesita tener presente la “visión integral de la persona”, que, tal y como destaca el Papa Francisco, no es una teoría, sino “una forma de vivir y actuar. En primer lugar esta visión no se encuentra en un manual, sino en las personas que viven con este estilo: con los ojos abiertos al mundo, con las manos entrelazadas con otras manos, con el corazón sensible a las debilidades de sus hermanos”[6]. Sólo así se puede conocer una cultura diferente, preguntar por su historia, descubrir los valores profundos que encierra. En definitiva, el turismo también está llamado a abrazar la perspectiva de la ecología integral[7]. De hecho, puede apoyar la capacidad de “regeneración” de una comunidad, favoreciendo el diálogo entre los lenguajes culturales locales y los estilos de vida de los visitantes. La acogida turística se convierte entonces en una forma de transformar los espacios cívicos, el ambiente social y urbano, en la valorización de las identidades en el justo equilibrio entre la conservación de las raíces y la oferta de servicios.
Un turismo para cultivar la esperanza
La Iglesia católica tiene especial interés en promover esta visión renovada del turismo, desde la perspectiva del desarrollo humano integral. El proceso sinodal, que se está viviendo en todo el mundo, desde las comunidades más periféricas hasta los más importantes centros de decisión, representa una metodología de escucha y de participación, que también puede aportar a la sociedad civil y a las organizaciones económicas una mayor capacidad de composición de intereses y puntos de vista contrapuestos. El arte del discernimiento y la capacidad colectiva de llegar a nuevas síntesis, representan desafíos históricos, de los que depende un futuro a escala humana para todos. Estas perspectivas serán objeto de mayor reflexión durante los trabajos del VIII Congreso Mundial de Pastoral del Turismo, que se celebrará en Santiago de Compostela, del 5 al 8 de octubre de 2022. El lema del congreso, que se enmarca en el Año Santo Compostelano, es: “Turismo y Peregrinación: Caminos de Esperanza”. De hecho, contemplamos llenos de esperanza la vivacidad del sector, a todas las personas que participan en él y a sus responsables. Retomando las palabras del Papa Francisco, animamos a todos a “mantener encendida la llama de la esperanza” y a “hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras”[8].
Cardenal Michael Czerny S.J.
Prefecto
[1] Cf. Videomensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la 109ª Reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, 17 de junio de 2021.
[2] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe/Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral, Oeconomicae et Pecuniariae Quaestiones. Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero, 6 de enero de 2018, nn. 4, 8.
[3] Cf. Mensaje del Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral con motivo del Día Mundial del Turismo 2019: “Turismo y empleo: un futuro mejor para todos”, 24 de julio de 2019.
[4] Cf. Carta enc. Laudato Si’, nn. 18; 203.
[5] Cf. Carta enc. Fratelli Tutti, n. 215.
[6] Discurso a los dirigentes y socios del centro de turismo para jóvenes, 22 de marzo de 2019.
[7] Cf. Lettera enc. Laudato Si’, cap. IV.
[8] Cf. Carta del Santo Padre Francisco a S.E. Mons. Rino Fisichella para el Jubileo 2025 , 11 de febrero de 2022.