Los siete grandes dones del Espíritu Santo que se obtienen una vez que se recibe la Confirmación son: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios

ME QUIERO CONFIRMAR
PENTECOSTÉS

Significado

La Confirmación es un Sacramento que tiene como finalidad que el confirmado salga fortalecido con los dones del Espíritu Santo, completándose la obra del Bautismo. Está considerado como uno de los sacramentos de iniciación cristiana, junto al Bautismo y la Eucaristía. Los siete dones del Espíritu Santo que se logran gracias a la Confirmación, son: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

El término ‘Confirmación’ nos recuerda que este Sacramento aporta un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; conduce a su realización nuestro vínculo con la Iglesia; nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no avergonzarnos nunca de su Cruz.

Signos

En la Iglesia católica, la confirmación se efectúa mediante la imposición de manos sobre quienes se confirman, y la unción con óleos sagrados (crismación).

A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el Sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.

El día de Pentecostés, cuando se funda la Iglesia, los Apóstoles y discípulos se encontraban reunidos junto a la Virgen. Estaban temerosos, porque creían que todo había sido en balde. De repente, descendió el Espíritu Santo sobre ellos y, a partir de ese momento, entendieron todo lo que había sucedido, dejaron de tener miedo, y se lanzaron a predicar y a bautizar.

La Confirmación es “nuestro Pentecostés personal”. El Espíritu Santo está actuando continuamente sobre la Iglesia de modos muy diversos. La Confirmación – al descender el Espíritu Santo sobre nosotros – es una de las formas en que Él se hace presente al pueblo de Dios.

Requisitos para poder recibir la Confirmación

Es importante ofrecer a los confirmados una buena preparación, que debe estar orientada a conducirlos hacia una adhesión personal a la fe en Cristo y a despertar en ellos el sentido de pertenencia a la Iglesia. Por ello, la Iglesia Católica suele retrasar este Sacramento hasta la adolescencia (en torno a los 15-16 años), tras una formación que ronda los tres años. Para la Primera Comunión, las catequesis se prolongan por dos cursos.

La Confirmación en la Biblia

En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado. En el libro del Profeta Isaías se pone en labios del Mesías las siguientes palabras «El espíritu del Señor Yahvéh está sobre mí, por cuanto me ha ungido Yahvéh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado» (Isaías 61 1-2).

Algo similar se anuncia también para el entero pueblo de Dios; a sus miembros Dios dice: «infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos» (Ezequiel 36,27).

El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo de que Él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios. Habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da «sin medida».

En repetidas ocasiones, Cristo prometió esta efusión del Espíritu, promesa que realizó primero el día de Pascua y luego, de manera más manifiesta, el día de Pentecostés. Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar las maravillas de Dios y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos mesiánicos.

Los Hechos de los apóstoles cuentan que los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo mediante la imposición de las manos y la oración. Es ésta imposición de las manos la que ha sido con toda razón considerada por la tradición católica como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa en la Iglesia, la gracia de Pentecostés.

Este cuadro bíblico se completa con la tradición paulina y joánica que vincula los conceptos de «unción» y «sello» con el Espíritu infundido sobre los cristianos. Esto último encontró expresión litúrgica ya en los más antiguos documentos, con la unción del candidato con óleo perfumado. Esta unción ilustra el nombre de «cristiano», que significa «ungido», y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que «Dios ungió con el Espíritu Santo». Y este rito de la unción existe hasta nuestros días tanto en Oriente como en Occidente. Por eso, en Oriente se llama a este sacramento crismación, unción con el crisma, o myron, que significa «crisma». En Occidente el nombre de Confirmación sugiere que este sacramento al mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.

Como se lee en los Hechos de los apóstoles, este sacramento se vivía ya en la Iglesia primitiva: «Al enterarse los Apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo» (Hechos de los Apóstoles 8,14-17).

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