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San Maximiliano Kolbe, presbítero y mártir

  • Categoría de la entrada:Lecturas de la Misa
  • Tiempo de lectura:9 minutos de lectura

Tiempo Ordinario ~ Ciclo B ~ Año Par

Primera lectura

Ez 9,17; 10,18-22: Marca en la frente a los que se lamentan por las acciones detestables de Jerusalén.

Oí al Señor que exclamaba con voz potente:
«¡Ha llegado el juicio de la ciudad! Que cada uno empuñe su arma destructora».
Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte. Cada uno empuñaba una maza. En medio de ellos estaba un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce.
La Gloria del Dios de Israel se había levantado del querubín en que se apoyaba, dirigiéndose al umbral del templo.
Llamó al hombre vestido de lino, que tenía los avíos de escribano a la cintura.
El Señor le dijo:
«Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén, y marca en la frente a los que gimen y se lamentan por las acciones detestables que en ella se cometen».
A los otros les dijo en mi presencia:
«Recorred la ciudad detrás de él, golpeando sin compasión y sin piedad. A viejos, jóvenes y doncellas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero no os acerquéis a ninguno de los que tienen la señal. Comenzaréis por mi santuario».
Y comenzaron por los ancianos que estaban frente al templo.
Luego les dijo:
«Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad».
La Gloria del Señor salió levantándose del umbral del templo y se colocó sobre los querubines. Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron sobre la tierra ante mis ojos. Junto con ellos partieron también las ruedas y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental del templo del Señor. La Gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos.
Eran los mismos seres que había visto bajo el Dios de Israel junto al río Quebar, y comprendí que eran querubines.
Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas, y bajo las alas una especie de mano humana. El aspecto de sus rostros era el de los rostros que había visto junto al río Quebar. Todos ellos iban de frente.

Salmo responsorial

Sal 112,1-2.3-4.5-6: La gloria del Señor se eleva sobre los cielos.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R.

De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R.

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R.

Evangelio

Mt 18,15-20: Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos.
Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

O bien se pueden tomar del propio:

Sab 3,1-9: Los aceptó como sacrificio de holocausto.

La vida de los justos está en manos de Dios, y ningún tormento los alcanzará.
Los insensatos pensaban que habían muerto,
y consideraban su tránsito como una desgracia,
y su salida de entre nosotros, una ruina, pero ellos están en paz.
Aunque la gente pensaba que cumplían una pena,
su esperanza estaba llena de inmortalidad.
Sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes bienes,
porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de él.
Los probó como oro en el crisol
y los aceptó como sacrificio de holocausto.
En el día del juicio resplandecerán
y se propagarán como chispas en un rastrojo.
Gobernarán naciones, someterán pueblos
y el Señor reinará sobre ellos eternamente.
Los que confían en él comprenderán la verdad
y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado,
porque la gracia y la misericordia son para sus devotos
y la protección para sus elegidos.

O bien:

1Jn 3,13-18: También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.

Hermanos:
No os sorprenda que el mundo os odie; nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte.
El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva permanentemente en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.

Sal 30,3cd-4.6.8ab.16bc-17: A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción. R.

Líbrame de mis enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. R.

Jn 15,9-17: Ya no os llamo siervos; a vosotros os llamo amigos.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».